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LA BIBLIOTECA IDEAL

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« Los libros de mi biblioteca ideal son los países imaginarios de un viaje eterno por el planeta Literatura. El tren parte de Flaubertia, recorre Durasia, Mishimina, Bowlia, bordea Conradia y Mahfuzia, atraviesa Gordimeria, cruza Chirinskia y Lembeyia y vagabundea durante largo tiempo por Shakespearia.

Sígame en este viaje… »

« Entré en el mundo de la literatura por la puerta del arte, en una familia donde la cultura era una práctica diaria y donde Grecia no rimaba con “Grexit”, sino con “amor por la Antigüedad”. Experimenté mis primeros escalofríos literarios en la penumbra del despacho de mi padre, con las Historias extraordinarias de Edgar Allan Poe. En ese momento, mi imaginación fue puesta a prueba y comprendí el sentido de la palabra “relato”. El despacho daba a un vestíbulo donde me sumergía con deleite en otros relatos muy cortos, los sucesos de la “noticias breves” del Mundo. A continuación, después de la iniciación al relato, llegaron la vida real y los libros de verdad. »

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MADAME BOVARY DE GUSTAVE FLAUBERT (1856)


El viaje comienza con un autor al que se califica en las escuelas francesas, como el inicio de la modernidad en la literatura: Gustave Flaubert (Rouen 1821 – Croisset 1880).

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Este hijo de cirujano de Rouen se va a estudiar Derecho a París, para complacer a papá. Pero se topa con la literatura. Ironías de la vida, su padre muere trágicamente y le deja suficiente dinero para dedicarse a su arte. Flaubert tenía entonces 25 años.

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Madame Bovary – subtitulada Costumbres de provincias – se publicó primero en 1856 por entregas en La Revue de Paris, como era habitual en la época y, más tarde, se editó en formato libro.

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Enseguida surgió el escándalo. Las autoridades iniciaron acciones legales por «atentado contra la moralidad pública y religiosa y las buenas costumbres». Los acusados eran «el Sr. Flaubert, el autor de la obra, el Sr. Pichat, (el director de la publicación) y el Sr. Pillet (el editor)». Madame Bovary nos ofrece el retrato complaciente de una mujer sin moral. Sin embargo, el propósito del arte es precisamente educar el alma y no retratar la apatía humana. Este es el centro del debate del realismo.

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Tras quedar finalmente absuelto, Flaubert pronunciaría aquella famosa frase:

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« No hay temas buenos ni malos… el estilo es, en sí mismo, una manera absoluta de ver las cosas. »

Flaubert era un apasionado del estilo, escribía, reescribía, leía en voz alta, para perfeccionar la musicalidad. De este modo, con pequeños toques de palabras minuciosamente seleccionadas, plantaba decorados, proponía imágenes, expresiones, personajes, de tal forma que dotaba de realidad ese universo de otro tiempo, como pintor y músico y también, sin duda, como cineasta ante la letra.

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Después de Flaubertia, normanda, moderna y realista, llegamos a Durasia, indochina, elíptica y apasionada.

 


EL ARREBATO DE LOL V. STEIN DE MARGUERITE DURAS (1964)

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Recordamos a Marguerite Duras (Saigón 1914 – París 1996), como una dama de cabello corto y grandes gafas de pasta negra. De su nacimiento e infancia en la Indochina francesa surgirían dos novelas largas, El marinero de Gibraltar, Un Dique Contra El Pacífico y, más tarde, El amante, que Jean-Jacques Annaud llevaría al cine (1992). A continuación, a medida que va imponiendo su marca de fábrica, su «estilo» y el siglo XX llega a su fin, publicaría obras mucho más cortas, Moderato Cantabile (1958), El vicecónsul (1966). Adapta sus novelas al teatro, firma escenarios y rueda películas (entre otras, El camión con Gérard Depardieu (1977)).

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Estudié El arrebato de Lol V. Stein durante la preparación de la prueba de acceso a la Escuela Normal Superior de París. Es una novela circular, como el agua que fluye a la velocidad de la luz: en aquella pista de baile del casino de T. Beach, Lol V. Stein entra en la vorágine de la pasión para no salir jamás. Con el estilo tan característico de Duras, la verdad es tan solo transcrita mediante enunciados cortos, delimitados por comas y aserciones aderezadas con «dice él» o «dice ella».

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Después de Flaubertia, normanda, moderna y realista, Durasia, indochina, elíptica y apasionada, llega Mishimina, japonesa, sublime y trágica. 

 


EL PABELLÓN DE ORO DE YUKIO MISHIMA (1956)


La infancia de Mishima (Shinjuku, Tokio 1925 – Shinjuku 1970) está marcada por unos adultos excéntricos. Su abuela paterna, Natsu, lo cría hasta la edad de 12 años. Ella le lee obras en francés y alemán, profesa su afición por el teatro Kabuki, le enseña a darle masajes para calmar su ciática, le prohíbe tomar el sol y jugar con otros niños. Cuando finalmente se reúne con su familia, su madre le anima a escribir, mientras que su padre, de educación militar, se lo prohíbe y le somete a todo tipo de pruebas físicas extremas, como colocarse de pie junto a las vías de un tren que circula a alta velocidad. Le obliga a estudiar Derecho alemán en la Universidad de Tokio, pero acabará por aceptar la vocación de su hijo. Mishima se casa y tiene dos hijos. Pondrá en escena su muerte por harakiri.

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El pabellón de oro se extrae de una “noticia breve”. Plantea con agudeza la problemática de nuestra relación con lo bello y su promiscuidad con nuestro impulso destructor. Un joven monje tartamudo y asocial ve, desde su infancia, el famoso y suntuoso «Pabellón de oro», recortado contra el horizonte. En el transcurso de su vida de monje, se convence de que su misión es destruir el Pabellón de oro.

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El viaje continúa por Bowlia, tangerina, desértica e iniciática: la ventaja de la literatura es que nos proyecta hasta el otro extremo del planeta con la imaginación como único medio de transporte.

 


UN TÉ EN EL SÁHARA DE PAUL BOWLES (1949)


Conocí a Paul Bowles (Nueva York 1910 – Tánger 1999) en 1991, en el edificio Itesa donde residía. Este hombre de edad respetable surgió de entre unas pilas de libros y manuscritos, tal un pescador rodeado de sus redes, sentado ante su escritorio atestado de hojas. La estrecha ventana radiante de luz por la que se podía ver el encrespado mar de Raz Zebib ocultaba su rostro en la penumbra. Su mirada azul riachuelo de montaña se dirigió hacia mí: «¿Desea tomar un té de menta?  – No, deseo un té de Sáhara.»

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Bertolucci acababa de estrenar la película epónima inspirada en la novela (1990). Bowles aparecía en persona al principio del largometraje como el narrador de la historia. Me contó hasta qué punto este libro era una obra autobiográfica.

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Bowles era, antes de su llegada a Tánger, compositor de música y crítico musical en el Herald Tribune. Llevaba una vida intelectual muy intensa en Nueva York, junto a su esposa, Jane Bowles, escritora y dramaturga. Paul se instala en Tánger en 1947 y Jane se reúne con él en 1949. Llevan una vida bohemia de intelectuales salpicada de encuentros con Truman Capote, Tennessee Williams y Allen Ginsberg. A partir del momento en que pone un pie en Marruecos, Paul se convierte en escritor. Tras sufrir un derrame cerebral en 1957, Jane se ve obligada a dejar de escribir. Se sume en el alcoholismo y muere en Málaga en 1973.

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No podemos evitar ver en la decadencia de la pareja formada por Kit y Port, que desembarca en Tánger, atraviesa el Sáhara hasta el fatídico desenlace final, un avatar de Jane y Paul.

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Una frase al comienzo de la obra caracteriza a las mil maravillas el sentido de mis viajes:

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« Mientras que el turista está deseando, en general, regresar a su casa al cabo de unas semanas o meses, el viajero, siempre extranjero en sus lugares de estancia sucesivos, se desplaza lentamente, a lo largo de periodos de varios años, de un extremo al otro de la tierra. »

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 El viaje, siempre el viaje, pero atravesando una comarca de sortilegios y magia: la Conradia, oceánica, introspectiva e inspirada.

 


EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS (1899) Y LORD JIM (1900) DE JOSEPH CONRAD


Joseph Conrad (Ucrania 1857 – Kent 1924) se pasa veinte años de su vida navegando, de los 17 a los 37 años, antes de instalarse en tierra y dedicarse a escribir.

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Conrad nace en una familia polaca noble con cierta inclinación contestataria. Por eso, no sorprende que la familia Korzeniowski tuviera que irse al exilio. A los 12 años, Conrad queda huérfano y se muda a Cracovia para vivir con un tío materno. A los 17 años, se traslada a Marsella y se embarca como marinero en un velero. (Conrad habla polaco, alemán, inglés y francés con acento de Marsella). En 1878, entra en la marina comercial británica. En 1886, a sus 29 años, se convierte en capitán de altura y asume la nacionalidad británica. Entonces, se embarca en el Vidar con destino a Borneo, el velero Otago, un barco de vapor por el Congo, el clipper Torres en dirección a Australia y el barco de vapor Adowa con destino a Canadá.

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En 1894, a sus 37 años, pone fin a su carrera marítima, contrae matrimonio en Inglaterra y se dedica a escribir.

El corazón de las tinieblas se publica en el año 1899, mientras que Lord Jim se publica en formato de folletín en la Blackwood’s Magazine.

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Conrad no nos lleva a engaño: navegar no es ni un encantamiento ni un sueño.

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«Realizó numerosos viajes; conoció la monotonía mágica de la existencia entre el cielo y el agua… porque no existe nada más hechizante, más desencantador, más esclavizante que la vida en el mar. » Lord Jim

Navegar, es decir, desplazarse y viajar, es el revelador del alma humana.

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A través de una estructura narrativa densa y compleja, que funciona como las pieles concéntricas de una cebolla, aparece el corazón de la novela: un barco de vapor de 1.400 toneladas cargado de peregrinos que atraviesa el mar de Arabia en una noche tranquila e iluminada por un atisbo de luna. Conrad crea una red de narradores y testigos para establecer las razones por las que Lord Jim abandonará su navío.

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El corazón de las tinieblas nos transporta hasta la selva tropical: el marinero aventurero Marlow nos narra su ascenso por el río Congo para una compañía de marfil belga, el cual se transforma en búsqueda misteriosa de un tal Kurtz, quien ha sufrido una inquietante mutación.

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Francis Ford Coppola se inspiró en gran medida en la novela de Conrad para su largometraje Apocalipsis Now,  pero no consideró oportuno mencionarlo en los créditos.

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El tren sigue su recorrido por Mahfuzia, egipcia, intimista y sensible.

 


EL ESPEJISMO DE NAGUIB MAHFUZ (1948)


Naguib Mahfuz (Cairo 1911 – Cairo 2006) nace en el barrio popular de Gamaliya, en una familia de la pequeña burguesía de El Cairo. Egipto era, por aquel entonces, protectorado británico. Estudia filosofía en la Universidad Fuad I de El Cairo. Egipto se convierte en monarquía. Contrae matrimonio y consigue un puesto de funcionario. Dedicará 50 años de su vida a escribir unas 50 novelas, todas ellas en árabe, en la línea de la obra de Balzac o Tolstoi. En 1953, Egipto se convierte en república árabe, con Nasser y, posteriormente, con Sadat. En 1959, Hijos de nuestro barrio provoca un escándalo pues la novela denuncia las derivas autoritarias del régimen de Nasser. En 1988, obtiene el Premio Nobel de Literatura, primer premio de este tipo otorgado a un autor de lengua árabe. En 1994, es víctima de una tentativa de asesinato de manos de un integrista religioso que confesó durante su juicio no haber leído nunca su obra. Dicha tentativa le deja como única secuela una parálisis de la mano derecha, que le impide escribir salvo mediante dictado.

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Muy arraigado en su ciudad y su barrio de Gamaliya, odiaba viajar –sus dos hijos acudieron a recoger su Premio Nobel–, llevaba una vida ordenada como un reloj entre el apartamento familiar, su oficina del ministerio y su bar favorito, lugar de observación de la sociedad de El Cairo. L’Olivier bleu (El olivo azul) está dedicado a él, en homenaje a este monumento de la escritura en lengua árabe.

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El espejismo pone en escena, en primera persona –no podemos evitar pensar en el joven monje del Pabellón de oro–, a un hombre que se pregunta por qué, de repente, siente la necesidad de escribir.

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«No escribo para alguien –los tímidos no se entregan al prójimo–, escribo para mí mismo, para la salvación de mi alma, un alma que desde hace tiempo he intentado acallar hasta el punto de casi perder su esencia. »

A continuación, nos transporta a la vida del héroe en uno de los barrios populares de El Cairo, escenarios de la mayoría de sus obras.

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El viaje prosigue. Cruzamos Gordimeria, sudafricana, impresionista y social.

 


LA HISTORIA DE MI HIJO DE NADINE GORDIMER (1990)


Nadine Gordimer (Springs 1923 – Johannesburgo 2014) nace en una familia burguesa privilegiada de padre judío lituano y madre inglesa. De salud frágil, se refugia en los libros. A los 9 años, tras un registro de la habitación de la criada negra por parte de la policía, escribe su primera novela. Su destino estará unido al de Sudáfrica. Tenía 25 años, en 1948, cuando el Partido Nacional gana las elecciones y pone en marcha el Apartheid. Su novela Mundo de extraños fue prohibida en el año 1958. Fue miembro del CNA, el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela. En 1960, tras la masacre de Sharpeville, se prohibió el CNA y las Naciones Unidas condenaron oficialmente el Apartheid. En 1963, Nelson Mandela fue condenado a cadena perpetua por terrorismo. En 1974, a sus 50 años, consigue el Booker Prize. En 1990, Frédérik de Klerk legaliza el CNA y Mandela es liberado. En 1990, se publica La historia de mi hijo y en 1991 recibe el Premio Nobel de Literatura. En las primeras elecciones multirraciales celebradas el 27 de abril de 1994, Nelson Mandela se convierte en el primer presidente negro del país. Su última novela, Atrapa la vida (2012) expresa una cierta decepción respecto a la Sudáfrica soñada.

 

La historia de mi hijo nos sumerge en la Sudáfrica del Apartheid. Mediante pequeños toques sucesivos, Nadine Gordimer nos permite asomarnos a la intimidad de una sociedad sutilmente dividida, donde el matiz del mestizaje define un panel de derechos y prohibiciones delimitados con cordones, jerarquizando una sociedad ávida de sus privilegios aún cuando ella misma carece cruelmente de ellos. El padre del héroe, en la escala del mestizaje, se sitúa a medio camino entre blanco y negro. En ese sentido, su vida como maestro de escuela disfruta de ciertas licencias. La narración comienza con la voz del hijo que habla sobre el momento en el que el Apartheid ya ha quedado abolido. El hijo empieza a escribir –y se hace escritor–, con motivo de un suceso : se cruza en el cine con su padre y su amante blanca. Para justificarle e intentar comprenderle, debe hablar de su padre. De este modo, nos adentramos en la historia del padre, en el momento en el que el mestizo privilegiado adopta la causa de todos aquellos que sufren las reglas del Apartheid.

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El tren explora el valle de las palabras. La Chirinskia es eslava y magrebí, sentimental y luminosa.

 


LA DERNIÈRE ESCALE: LE SIÈCLE D’UNE EXILÉE RUSSE À BIZERTE (LA ÚLTIMA ESCALA : EL SIGLO DE UNA EXILIADA RUSA EN BIZERTA) DE ANASTASIA MANSTEIN-CHIRINSKY (2000)


Recuerdo haber buscado a Anastasia Manstein-Chirinsky en las calles blancas de Bizerta, sin recordar ya si primero había comprado su libro y quién me había hablado de ella. Lo que es seguro es que buscaba a Anastasia: mi afinidad con todo lo que me habla en ruso, pero también con el mar. Era el año 2004. Mi barco había llegado algunos meses antes a Túnez, con marido, hijos, perros y gato, y estaba amarrado en el puerto de Bizerta. Por fin, acabaría encontrando la casa blanca un poco decrépita donde, rodeada de mobiliario de estilo Art Nouveau y sumergida en el océano de papeles de su escritorio, esta dama anciana y delgada, de mirada viva y azul oculta tras sus gruesas gafas, me rodea con sus escuálidos brazos. Ella también había oído hablar de mí.

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Éramos dos navegantes y, cada una por nuestras razones, habíamos llegado a Bizerta en barco. De este modo, la dedicatoria de Anastasia en La Dernière Escale (La última escala) cobra todo su sentido: « Si la mar divisa las tierras, acerca al mismo tiempo a los hombres. » Y, como es natural, también a las mujeres.

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Anastasia Manstein Chirinsky (Lysychansk, Ucrania 1912 – Bizerta 2009) nace en la propiedad familiar de Roubejnoe en Ucrania. Su padre era oficial de la marina. El 12 de noviembre de 1920, en pleno invierno, cuando contaba 8 años de edad, su madre, sus dos hermanas y Boussia, la pequeña toy terrier, son evacuadas junto a otras 150.000 personas en 120 unidades a Sebastopol, en el Mar Negro. Tras más de un mes de navegación sembrado de tempestades y escalas improbables, la escuadra que capitanea su padre, de 35 unidades y casi 6.000 personas, entre mujeres, niños y militares, es acogida en Bizerta, en una Túnez que entonces era todavía protectorado francés. Durante cuatro años, las familias organizaron su vida «al estilo ruso», en el torpedero Jarki y, más tarde, el acorazado Georges le Victorieux (Jorge el Victorioso). La esperanza de regresar a Rusia sigue todavía presente. Hasta el 28 de noviembre de 1924, fecha en la que Francia reconoce oficialmente a la URSS. Rusia ha dejado de existir. Es preciso abandonar los barcos. «Ese mismo día a las 17:25 horas, se arrió para ellos y ya para siempre el pabellón con la cruz de San Andrés…» La comunidad rusa se dispersó entonces por toda Europa.

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Anastasia se convertirá en una prestigiosa y respetada profesora de matemáticas en un instituto público de Bizerta.

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Su testimonio es el compartido por todos los exiliados atrapados en la tormenta de la historia, obligados a abandonar para siempre la tierra de su corazón y de su mente y a adoptar una nueva patria. Un homenaje a su dignidad y su coraje.

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El viaje, en este espacio sin fronteras y sin orden geográfico ni psicológico identificable, avanza hacia el futuro; el tren atraviesa ahora Lembeyia, psicoanalítica, iconoclasta e innovadora.

 


NOUS SOMMES TOUS DÉPENDANTS (TODOS SOMOS DEPENDIENTES), 2001, DE PIERRE LEMBEYE  (Biarritz 1945, Paris 2018) 


El título habla por sí solo. Organizar el mundo en modo bipolar –el bien y el mal, los buenos y los malos, los dependientes y los no dependientes–, deriva de un mecanismo globalizador que propone bloquear para facilitar su observación y recorrido.

 

Pierre Lembeye (Biarritz 1945) es un médico y psiquiatra de formación. Hacia principio de la década de 1970, se instala en París y realiza su «control» psicoanalítico con Lacan. Su práctica terapéutica se acompaña desde siempre de la escritura. En primer lugar, publica en revistas científicas. A su primer ensayo sobre la dependencia, titulado Nous sommes tous dépendants (Todos somos dependientes), le seguirán otros ensayos sobre temáticas que apelan al hombre del siglo XXI y a los legisladores en el poder: el sueño, la discapacidad, el furor de la curación. Firma una obra más intimista y autobiográfica, Il était une fois Belza (Érase una vez Belza). En Au commencement le symptôme (Al principio, el síntoma), con la filosofía de Anne Christine Fournier, descifra la actualidad de nuestras sociedades.

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Con Nous sommes tous dépendants (Todos somos dependientes), Pierre Lembeye cuestiona nuestras propias dependencias a través del prisma de aquellas que mantienen cautivos a los toxicómanos empedernidos y propone a los que nos gobiernan un enfoque humano y humanizador.

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Concluyamos este viaje explorando Shakespearia, isabelina, espiritual y apasionada.

 


ROMEO Y JULIETA DE WILLIAM SHAKESPEARE (1597)


William Shakespeare (Stratford-upon-Avon 1564 – 1616, fallece el mismo año que Cervantes) es el dramaturgo de los «récords»: 4.281 traducciones de varias decenas de obras dramáticas. Hijo de un fabricante de guantes y comerciante de marroquinería, negociante de pieles y lana, notable de Stratford, ciudad de la que se convertirá en alcalde, y de una aristócrata local, Mary Arden, William fue el tercero de ocho hermanos y el primer hijo varón. A los 18 años, contrae matrimonio con Anne Hathaway, 7 años mayor que él. De la unión nacerán dos hijas y un hijo, que falleció a los 11 años de edad.

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Cuando rondaba la treintena, se trasladó a Londres donde desarrollará su obra para el Teatro de Lord Chamberlain. A menudo, intervenía en sus obras. Escribía los manuscritos de sus obras directamente para ser interpretados.

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Romeo y Julieta se inspira en la gran tradición de las historias de amor trágicas, desde Ovidio hasta Xenofonte de Éfeso, donde una poción induce un sueño similar a la muerte. Más concretamente, la obra de teatro de Shakespeare se basa en un cuento escrito en italiano y traducido al inglés en 1562. La extrema belleza física de la adolescencia y su deseo de lo absoluto, uno de los temas de L’Olivier bleu, producen unas pasiones perfectas, admirables y divinas, a las que el cineasta Franco Zeffirelli dio forma en 1978.

 

En el momento de concluir el recorrido por las tierras de la Literatura –del latín «litteratura», que significa «escritura, enseñanza de las letras», mientras que el literato era un maestro de gramática–, me entra un ataque de pánico: ¡y Estos trece de Faulkner y Benito Cereno de Melville y Doña flor y sus dos maridos de Jorge Amado y Don Quijote de Cervantes! – leído de la A a la Z, con la estructura narrativa de mi primera novela, no publicada.

No pretende ser una lista exhaustiva, pues es imposible decirlo todo, hablar de todo; lo importante es caminar por el terreno de la literatura, que sigue los pasos de la historia del mundo como un cometa inalcanzable, y alimentar con ella nuestra alma por temor a perder nuestra «esencia».

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